22 octubre 2024
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Por: Lic. Pablo Charadia

 

Definitivamente, el fenómeno Guillermo Moreno está atravesando la política argentina de punta a punta. Este ha sacudido al peronismo con una narrativa novedosa (o no tanto) para un espacio que, al menos durante los últimos diez años, pareciera estar dando vueltas sobre los mismos asuntos.

 

El carácter predictivo de Moreno y su impronta de un hombre clásico, con costumbres muy arraigadas en la argentinidad, parecen seducir a una sociedad que lentamente comienza a perder las esperanzas en el gobierno de Javier Milei.

 

Pero hay algo en la trascendencia de su discurso que me ha llamado poderosamente la atención, y es la negación pragmática de vastos y heterogéneos sectores de la política hacia Moreno. Por derecha es censurado por sus “formas”, por izquierda es ridiculizado por considerarlo un fenómeno menor y un “facho”.

 

Está claro que es difícil coincidir en todo con cualquier sujeto político, pero si hay algo que no deja de sorprenderme es el comportamiento negador de los discursos y las discusiones políticas. Sería para un ensayo aparte hablar de la cantidad de personajes políticos que han quedado en ese espectro de negación, llegando incluso al punto de no ser nombrados. Existen personajes que se dejan allí, en un rincón de la historia, como algo de lo que no se quiere hablar porque incomodan y no se sabe qué hacer con ellos. Y objetivamente, este es un comportamiento político/social de todas las fuerzas y los sujetos negados casi siempre pertenecen al peronismo.

 

Está claro que muchas veces Guillermo Moreno termina siendo preso de su propio personaje, aquel que por no callar ni caer en lo políticamente correcto en los tiempos de la corrección y la cancelación, termina perjudicando su propia imagen. A esto se le suma que el mainstream mediático y el reality de la política nacional a veces  destacan de él lo más banal, lo más polémico, lo que sirve al show. Y de ello, él deberá hacerse cargo.

 

Independientemente de esta cuestión, entiendo que existe en Moreno un mensaje que es lo verdaderamente incómodo de él. Esta incomodidad es la misma que ha operado en otros personajes de la historia a los que se prefiere negar, ridiculizar o  menospreciar. Ante esto me pregunto: ¿a quién incomoda Moreno? Su mensaje penetra en diversas capas de la sociedad argentina y es cada vez más una tendencia en términos de redes sociales. En palabras del Turco Asís: “Hoy puedo decir que Milei es el antecedente de Guillermo Moreno, que es un muchacho que con su cruzada en los medios de comunicación está teniendo un efecto popular”.

 

Entonces, pareciera que Moreno incomoda a algunos: a dirigentes, a un sector político de la “izquierda peronista”, al kirchnerismo más obsecuente y a la izquierda gorila o antiperonista. De todos ellos, el que más me llama la atención y me ha llevado a ciertas reflexiones es el fastidio que ha generado en diversos espacios de la “izquierda peronista”, la socialdemocracia y otros sectores que se han sumado al denominado proceso kirchnerista.

 

Debo reconocer que no hay debate político que me haya despertado más curiosidad e interés que el que introdujo Moreno en los últimos años. Más allá de las coincidencias, en tiempos donde gobierna un oficialismo tan chato intelectualmente, encontrar una discusión tan profunda y de alto vuelo como la que propone Moreno (y otros) me genera una enorme satisfacción. De hecho, si hay algo que creo que está faltando en esta escena es quien recoja el guante al interior del peronismo y/o kirchnerismo y la izquierda para elevar aún más la vara de la discusión. Pero esto, lejos de suceder, termina cayendo en la negación y en la censura de la discusión a partir de frases como: “Moreno le pega al único candidato potable que tenemos”, “el facho de Moreno” o “se cree dueño del peronómetro”. Ante lo que me pregunto ¿Esa es toda la línea argumental que existe para debatir con un sujeto político que pareciera estar interpelando lo que el peronismo ha dejado de interpelar hace ya varios años?

 

Es curioso como los mismos sectores que han renegado durante años de las estructuras políticas pragmáticas sin discusión y poco democráticas son los que ahora piden el silencio “porque no es el momento” para estas discusiones. Y la pregunta es: ¿Cuándo son los momentos para dar debates políticos? Y si después de una derrota tan poco decorosa contra un rival tan poco preparado no es el momento para que se habiliten discusiones políticas ¿cuándo será?

 

Lamentablemente, creo que la negación de Moreno es mucho más profunda que el propio personaje y la coyuntura. Tristemente, creo haber comprobado que al peronismo no se le permite defender sus propias raíces teóricas. Y comprendo que ese es el propósito de Moreno: defender genuinamente la doctrina del movimiento justicialista del que se siente parte. Eso no está bien ni mal. Es lo justo. A nadie se le ocurriría cuestionar a un dirigente comunista por defender que la lucha de clases es el motor de la historia, ni a un liberal por defender la libertad individual. Pero pareciera un pecado que un peronista defienda su estructura teórica y política. Y eso creo es en el fondo el asunto de la cuestión; no es coyuntural ni es de forma, por lo contrario esto es de fondo y no es actual.

 

Entonces, no se trata del mensajero, se trata del mensaje. Un mensaje profundo que a lo largo de la historia ha sido ninguneado por, supuestamente, pertenecer a un movimiento de bases ideológicas menores comparadas con aquellas ideologías europeas que tienen estatus de científicas. Porque la base ideológica y política de los cabecitas negras tienen estatus de cabecitas negras. La academia por ejemplo jamás permito que ingrese el peronismo al concierto de las teorías a ser enseñadas; por dos razones: la primera es que no le interesa (por que la ningunea) y la segunda es que no lo comprende. Y entender no es lo mismo que compartir. Se puede comprender la estructura teórica del peronismo y no ser peronista. Ante esto el Peronismo en términos teóricos ha encontrado la divulgación, el estudio y actualización teórico política en  espacios  “informales” o no académicos. En mi opinión Moreno tiene como objetivo el resguardo y actualización de su doctrina política; y evidentemente ha sabido coordinar este esfuerzo con la construcción de un espacio político (Principios y Valores) que le permite materializar organizacionalmente esta cruzada.

En el mismo sentido  existen otras razones para comprender el rechazo de algunos sectores hacia el mensaje morenista. Hay un sector político que tras la caída del muro quedó algo desnudo, digamos sin ejemplos ni coordenadas que seguir. Néstor Kirchner supo convocar diversos espacios políticos en un contexto latinoamericano que le brindó ciertas posibilidades de hacerlo. La izquierda Argentina se dividió en dos: por un lado, aquella que comprendió el proceso kirchnerista como la posibilidad de habilitar nuevamente el camino hacia el socialismo del Siglo XXI y, por otro, quienes lo comprenden como una nueva estructura gubernamental garante de las condiciones de explotación capitalista que alejaba la posibilidad de agudizar las contradicciones para generar las condiciones de una revolución por parte de la clase proletaria. El ala que apostó hacia una alianza táctica con el peronismo había encontrado nuevamente un ejemplo de socialismo (fuera del país) con el fenómeno chavista en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Lula en Brasil. Por lo que la alianza estratégica del bloque latinoamericano, entre los que se encontraba Néstor Kirchner, permitía dentro de las bases teóricas realizar un análisis macro donde era posible insertarse desde este paraguas junto a un sector con el que habían tenido profundas diferencias en el pasado. Este espacio comenzó lentamente a comprender e instaurar la idea de que el “kirchnerismo” era un estado superior del peronismo porque lograba contener a los sectores que el peronismo no logró contener en otros contextos, y en parte porque el kirchnerismo parecía alejarse de ciertos “dogmas” peronistas en una modernidad que así lo ameritaba. Este alejamiento también correspondía a la distancia que el modelo político y económico de Néstor Kirchner y Cristina Fernández tomaba del proceso político “menemista” y de la Alianza (UCR) al que la izquierda había enfrentado fuertemente durante la década de los 90 y principios de los 2000. Esto habilitaba, entre otras cuestiones, la posibilidad de agregar demandas y proyectos de la izquierda a la agenda del gobierno y disputar desde “adentro” la orientación del proceso. Este sector fue construyendo un marco de interpretación colectiva que veía al proceso inaugurado en 2003 como aquel que había recogido las demandas de su lucha y por ende tenía derecho de comenzar a decidir y formar parte del mismo desde su propia perspectiva teórico/política.

 

Por su parte los sectores que se sienten y sentían contenidos dentro de la doctrina justicialista comenzaron a desestimar dicha visión y contraargumentar que lo que N. Kirchner había logrado iniciar era justamente por su formación peronista. Fue la doctrina del movimiento la que le había otorgado las herramientas para interpretar y actuar sobre la realidad y no su alianza táctica a través de la tan mencionada transversalidad política del presidente. De hecho, para el espacio que lo acompañó desde los inicios, era la teoría de Juan D. Perón la que le brindaba las herramientas para conducir estos espacios diversos. Y en el mismo sentido, fueron esas ideas las que permitieron tener una inmensa cantidad de resultados políticos y económicos positivos en su gestión. Parte del argumento actual de Moreno y otros sobre el agotamiento del modelo 2003 /2015 y el sucesivo derrotero político posterior es la pérdida de poder de decisión de este sector  en el proceso.

 

De esta forma, se produce un choque de cosmovisiones muy importante. Los sectores que se aglutinan dentro del esquema político y cultural de la izquierda entienden el peronismo en términos doctrinarios o teóricos como el límite para llegar a sus objetivos políticos. El peronismo lógicamente se auto comprende como la posibilidad de concluir la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. Entonces, nace una pregunta elemental: ¿cómo se le pide a un militante que deje de creer y obrar dentro de su esquema político y su marco de interpretación colectiva? Y en el caso del peronismo, ¿por qué deberían dejar de argumentar que la doctrina de su movimiento político fue la que logró, de 1945 a 1955, transformar la estructura política, social, cultural y económica de la Argentina, y que fue esta misma doctrina la que le dio los elementos a N. Kirchner y Cristina Ferandez para recomponer un país en una delicada situación?

 

Pero lo anteriormente mencionado no es la única contradicción entre estos espacios. Podemos mencionar otras cuestiones que contienen una gran profundidad teórica y política, como por ejemplo la interpretación del concepto de pueblo. Lo que Moreno denomina el progresismo (para mí la izquierda marxista y la socialdemocracia que realizó una alianza táctica con el kirchnerismo) interpreta al pueblo desde un esquema marxista/gramsciano donde es necesario dar una batalla contrahegemónica para desculturalizar las cabezas dominadas por el capitalismo y así poder cambiar las bases económicas desiguales. Mientras tanto, para el peronismo, todas (pero todas) las respuestas se encuentran en el pueblo (particularmente en el argentino), que contiene en su idiosincrasia, identidad y cultura las posibilidades de una revolución sin sangre. El peronismo no lucha contra el sentido común, sino que lo acompaña. Esta no es una contradicción menor, principalmente a la hora de tomar decisiones de carácter gubernamental y de estrategia política y económica.

 

Se pueden desglosar una cantidad de conceptos más en estos contrapuntos como la religión, el esquema político de izquierdas y derechas, la democracia, la geopolítica y algunas cuestiones no menores de la historia. Una cantidad de puntos de vista, ideas y pensamientos que atraviesan la vida política de un país. Pero lo que me interesa resaltar es el hecho de que pareciera un sacrilegio que el Peronismo o una parte de él decida rescatar y reivindicar sus posturas teóricas o doctrinarias. Tomó con cierta lógica que siendo el Peronismo el movimiento político popular más grande de América Latina con un referente político que escribió 11 libros (evidentemente existía en él la preocupación de dejar un mensaje) tenga hoy algunos referentes preocupados por reivindicar sus bases políticas. No comparto que esto tenga que ver con un espíritu dogmático o de ser dueño de algún artefacto imaginario de medición de pertenencia. Entiendo que es parte de un proceso político que en la actualidad ha habilitado nuevas discusiones que merecen ser dadas.

 

Por ende, quizás sería necesario desdramatizar algunas cuestiones y comprender que la llegada de Javier Milei al poder amerita revisiones severas de la historia y una reorganización política de los espacios con el fin de reubicar a cada uno en el lugar que le corresponde en el concierto de la discusión. Esto quizás permita dar debates más honestos. Creo que en ese aspecto la irrupción de Guillermo Moreno es saludable. Nadie está en la obligación de seguirlo, pero nadie tiene el derecho de juzgar moral y dramáticamente a quienes comulgan con él. Y aclaro esto porque lamentablemente pareciera haber una cruzada contra quienes comparten elementos teóricos y políticos con él. Insisto, no me preocupa el debate y la discusión con sus posturas, lo que me preocupa es la reacción moralista y cancelatoria. Conducta muy similar a la que se llevó a cabo con los libertarios. Comparto con Juan D. Perón su análisis de que Argentina es un país politizado pero sin cultura política. Aquello que debería ser parte esencial de la política y la democracia, como el diálogo entre actores diversificados y heterogéneos, el debate público, la negociación y el tiempo, son vistos como cuestiones negativas. Y esta falta de cultura no permite discutir con algunos actores sin encasillarlos y llevando muchas veces las discusiones a ridículos tonos de dramatización.

 

No es posible seguir posponiendo algunas discusiones de fondo. Los que creen que Moreno es solo un fenómeno de redes no comprenden que lo que realmente tiene profundidad es su mensaje. Pero para comprender esto es necesario bajarse de algunos lugares y preguntarse por qué su narrativa interpela y la mía o la nuestra no. Casi la misma pregunta que había que hacerse con Javier Milei.

 

PD: Esto no es una defensa de Guillermo Moreno (de serlo no tendría problema en aclararlo). Esto es una defensa del debate político del que creo debemos formar parte con honestidad y sinceridad respecto al pasado y al presente. Negar o cancelar la discusión ha sido uno de los elementos que permitió el ascenso de Milei al poder.

La Yunta

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