La existencia de listas negras circulaba entre pasillos y no tanto. Pero por primera vez alguien con nombre y apellido la hizo visible en forma pública. El director y docente Goyo Anchou reveló que cuando presentaba una propuesta para un ciclo de cine a un grupo de programadores de un espacio dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación, estos le informaron de una serie de “contenidos prohibidos en centros nacionales”. El listado incluye temáticas “LGBT, feminismos, críticas a la dictadura, defensas del gobierno previo”, y aquellas películas “que incluyan a Lali Espósito”. Sus interlocutores afirmaron en la reunión que «es la primera vez que nos sucede, trabajamos acá desde siempre y nunca nos habían supervisado la programación de esta manera». Desde la Secretaría de Cultura de la Nación no hicieron ningún tipo de descargo y parece que su intención es seguir en esa tesitura.

“Cuando nos decían que había una restricción para programar contenidos que hablaran mal de la dictadura, sentí una sensación de irrealidad”, cuenta Anchou. “Pero uno lo racionaliza y tiene sentido con lo que sabemos acerca del Gobierno”. Aunque sorprende que se impida proyectar películas que narren el terrorismo de Estado, “la censura tiene sentido con todo lo que está pasando en otros ámbitos. Son verosímiles las restricciones a los contenidos feministas y LGBT cuando desde las cúpulas del gobierno están profiriendo barbaridades contra las minorías sexuales. Pero en el momento en que te lo plantean, cobra la gravedad de la realidad que se manifiesta”.

Esto es consistente con otras restricciones que en distintas áreas de gobierno se han conocido. La Asociación del Personal del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria denunció la decisión de las autoridades del INTA al prohibir el uso de términos como “agroecología”, “cambio climático”, «biodiversidad», «género», «sustentabilidad», “huella de carbono” y “prohuerta”, entre otros. Distintas fuentes de organismos dependientes de la jefatura de gabinete de la nación, cuando Nicolás Posse estaba al frente, relataron haber participado de reuniones en las que se les informó algunas palabras que no podían incluir en sus comunicaciones: “soberanía”, “festival” o “referente”, esta última porque denota territorio y militancia.

Más evidente es la política asumida por la cancillería, que impulsó al menos en dos ocasiones la supresión de palabras en documentos multilaterales. En el Consejo de DD HH de la ONU apoyó un proyecto de enmienda que eliminaba el término “género” en una resolución sobre violencia de género. La propuesta fue rechazada. Algo más grave ocurrió cuando solicitó que se quiten términos como “perspectiva de género”, “familias”, “defensores de derechos humanos”, “paridad de género”, “salud mental”, “discriminación”, “violencia sexual” y “mujeres trans” en el documento final de la 54º Asamblea General de la OEA, que se llevó a cabo el mes pasado en Paraguay. Es un secreto a voces que ningún documento que emane de sus dependencias puede incluir referencias a cuestiones de género, sobre la defensa de los DD HH y la problemática ambiental.

Películas, prohibiciones y silencio

Sin embargo, como remarca el director de La peli de Batato y Homofobia, mucho se comenta en los pasillos pero poco se dice públicamente. “Me preocupa el silencio que rodea a estas prácticas entre la gente que no está de acuerdo con estos métodos. Porque hay un silencio que está por debajo, hay gente que termina aceptando la restricciones que se les imponen y se quedan callados la boca, y dice mejor me hago el boludo y veo cómo me acomodo hasta que cambie la situación. Pero ¿qué hace falta para que cambie la situación? Ojo que este totalitarismo está todavía en un bajo nivel de aplicación. Si nos cruzamos de brazos esperando que los errores de esta administración la hagan caer por su propio peso, estaríamos esperando a que se prenda fuego el país. Y si el país se prende fuego, ¿qué nos garantiza que nosotros vamos a sobrevivir al incendio?”.

Es por eso que se decidió a contarlo. “Cuando me tocó ser partícipe de una de esas situaciones podía dar mi testimonio o callarme la boca y mirar para otro lado. Ver en qué hendija me escondo hasta que pase la tormenta. Creo que la disyuntiva ética es bastante simple. Desde entonces me llegan otros testimonios, todos off the record. Hay mucho miedo, sea a que los dejen cesantes o a perder la posibilidad de participar de alguna convocatoria o de obtener apoyo para alguna producción artística. El punto es que todos tienen miedo de perder algo a su propia escala, cuando en realidad estamos perdiendo como sociedad. Es muy preocupante lo que está pasando en ese sentido. Quizás también esté el miedo atávico a entrar en una lista negra y que, cuando el fascismo de baja intensidad se desplace un fascismo mucho más represor y mucho más asesino, te dejen escrachado. El punto es que ese deslizamiento entre el fascismo de baja intensidad y el fascismo de alta intensidad, si nos hacemos los boludos y nos escondemos, es muy posible que suceda. Porque el fascismo se cimenta con los silencios”.

“Este silencio habla mucho acerca del estado de aturdimiento del colectivo cultural. El arte no es esto. El arte no es conformismo. El arte es la búsqueda de alternativas, de combinaciones impensadas”. A pesar de las movilizaciones del sector en los primeros meses del gobierno de Milei, que Anchou reconoce como muy importantes, ese proceso de lucha en las calles parece haber menguado. “A partir de la desmovilización de estos sectores, lo que hay que buscar son formas diferentes para complementar la presencia en la calle. Sabemos que si esto se da vuelta, posiblemente se dé vuelta en la calle. Pero hasta que suceda hay que buscar formas alternativas de articular con toda la gente que se está quedando en pelotas, para que en esa articulación empiece a perder el miedo a actuar. Tenemos que ir encontrando respuestas a los atropellos a las minorías y a las libertades individuales que está planteando este gobierno”, concluye.   «

Fuente: Tiempo Argentino.

Foto de portada: Prensa.