37 días y ¿Cuántas noches? El desafío de hiper-ajustar y no morir en el intento.
Por: * Lic. Pablo Charadia
Con toda razón y sentido, la actualidad política de la Argentina está atravesada por dos cuestiones fundamentales que el ejecutivo nacional comandado por el presidente Javier Milei y su equipo han impulsado; un DNU y un proyecto de Ley denominado Ómnibus que discute el legislativo nacional por estos días.
Como primera cuestión el DNU que buscó intervenir en vastos aspectos de la realidad económica y social ya tiene varias intervenciones judiciales a través de cautelares que frenan su aplicabilidad dando, en principio, lugar a la inconstitucionalidad de varios de sus artículos.
A sí mismo en los últimos días las negociaciones entre el ejecutivo nacional que encabeza Martin Menem (sobrino del expresidente) con varios bloques del Legislativo parecieran tener avances y retrocesos propios de toda negociación; y más allá de los, en mi opinión, pobres debates y argumentaciones realizadas en la comisión que se encarga de discutir dicha ley, la cuestión respecto a si “pasa o no pasa” el proyecto estaría signado por el éxito o fracaso de las negociaciones mencionadas anteriormente. En principio el bloque encabezado por Miguel Pichetto sería quien tiene la llave que suba o baje el pulgar al proyecto que Milei busca aprobar.
Respecto al juego de poder y negociaciones entre el ejecutivo son varias la cuestiones que se pueden apuntar, pero la que más me interesa destacar para este artículo es el hecho de que tal como algunos analistas habían vaticinado Javier Milei está teniendo las “dificultades” propias de quien, habiendo ganado el balotaje por un porcentaje importante de los votos, no fue quien ganó las elecciones generales, y por ende no gobierna con mayorías en las cámaras. Esto obliga al presidente a dar su mejor versión en la arena política, que es sin más el terreno de la negociación, el debate y la implementación de políticas públicas que den soluciones.
Mi interés por destacar esta cuestión pasa por señalar dos hechos. El primero es el error que comete el gobierno en mal interpretar su propia legitimidad de origen para la toma de decisiones; y el segundo hecho es la lectura errónea de las necesidades sociales y los tiempos políticos. Efectivamente ambas están entrelazadas y se explican entre sí.
Sobre la primera cuestión diré que quien no conoce sus límites está destinado a golpearse duramente contra la pared. Maquiavelo hacía énfasis, en El Príncipe, sobre la virtud, como contracara de la fortuna, esta última cruzaba alguna que otra vez, pero la virtud era el principal valor de un gobernante ante la ausencia de la fortuna, y es siempre mejor gobernar con virtud que con fortuna.
Javier Milei necesita más que nunca de la virtud, pero comete un error similar al cometido durante el comienzo del gobierno de Mauricio Macri, más allá de las enormes diferencias contextuales. El error al que me refiero es el de pensar que su gobierno y por ende sus decisiones tienen un respaldo mayor al que verdaderamente tienen. Esto sería pensar que su base de legitimidad de origen es más amplia y que por ende pueden tomar decisiones de corte estructural casi pasando por encima de las instituciones (como es el caso del DNU). A esto debemos sumarle que las primeras medidas de su gobierno han afectado directamente la calidad de vida de los trabajadores, pequeños comerciantes, PyMES, productores de las economías regionales y claramente los sectores de la población sin empleo o de la economía informal.
Por lo que el 44% de aquellos que no lo votaron ni acompañaron sus propuestas podríamos decir que en 37 días de gobierno no han hecho más que reafirmar sus ideas y preconceptos del gobierno de Milei mientras que el 56% restante que acompaño al presidente durante el balotaje es un número compuesto por su propio elector (un núcleo de 30%) y el resto probablemente en su mayoría de votantes de Juntos por el Cambio. Esto no es menor ya que casi la mitad de los votos que obtuvo en la segunda vuelta no son votos “propios” y por ende no son votos de un sector que se sienta comprometido con el actual presidente en los términos que a la Argentina acostumbra a entender el compromiso de los votantes con un gobierno. Milei está desafiando muy rápidamente a quienes no lo acompañaron en ningún momento, al mismo tiempo que pone en tensión aquellos que sí pero que se ven afectados en el corto plazo por su deteriorada calidad de vida; que si bien pueden argumentar no es algo nuevo, a su vez tampoco puede negarse a sí mismo lo dificultoso que ha sido este mes de gobierno Libertario.
Así la segunda cuestión aparece casi como consecuencia ¿cuánto tiempo tiene Milei para aplicar este duro programa de ajuste?¿cuánto puede aguantar incluso quien lo acompaña este “sacrificio”?¿ Cuál es el colchón en términos económicos que tienen los trabajadores para afrontar estas políticas? De estas preguntas solo creo estar en condiciones de responder la última. El margen para aguantar es bajísimo; ocho años seguidos de caída real del ingreso y 10 años consecutivos de una inflación de dos dígitos en alza permanente no son el escenario ideal para el largo plazo.
En este aspecto la sociedad, principalmente los trabajadores, comerciantes, pequeños y medianos empresarios, etc. necesitan soluciones. Principalmente para la inflación, una de las más duras problemáticas que un país puede atravesar, y que en Argentina ya lleva mucho tiempo, tanto que desde la reapertura democrática ha sido un problema recurrente. La inflación no permite organizarse, no ordena, desespera, angustia, sofoca y nadie puede en ese esquema pensar, observar y analizar, necesita una solución.
Milei dice tener la solución mágica, y es destrozar el mercado interno, bajar el consumo por el piso al costo que sea. Y aquí la pregunta del millón, con una sociedad tan golpeada por 10 años de crisis económica, sin margen para seguir ajustándose ¿cuánto tiempo tiene el actual presidente para que su plan comience a dar resultados? La inflación se duplicó a un mes de su gobierno, mientras los salarios siguen siendo los mismos, precios nuevos con salarios viejos. Salarios que ya habían perdido porcentualmente durante el año 23 contra la inflación.
Javier Milei y su gobierno están atravesando horas de gracias, propias de cualquier gobierno, recibieron una Argentina con desafíos muy importantes, una crisis de recesión externa por la fuerte deuda, salarios bajos e inflación alta. En definitiva, quienes depositaron en el actual gobierno la esperanza de resolver su realidad y la del conjunto lo hicieron para resolver estas tres cuestiones.
Si hacemos un pequeño recorrido histórico podríamos decir que Mauricio Macri se hizo del gobierno en el año 15 con la promesa de resolver el problema de una inflación de 25 puntos anuales; la llevo a 50 puntos, los ingresos reales bajaron y el país terminó endeudado sideralmente; así Macri protagonizó uno de los fracasos políticos más grande de la historia no pudiendo ser reelecto. Alberto Fernández y la fórmula Fernández – Fernández obtuvo la victoria en el año 19 con la promesa de comenzar a resolver el problema de la deuda, la inflación y el ingreso, no logro resolver ninguna, duplicó la inflación y los ingresos siguieron cayendo; hace un mes asumió el gobierno de Javier Mile, una alternativa a los dos últimos sellos políticos que ordenaron el escenario político durante una década; el desafío del actual gobierno es el mismo que los mencionados para los anteriores gobiernos, pero con una situación aún más delicada y la necesidad y urgencia de su solución son inminentes.
En definitiva, tanto el DNU como la Ley ómnibus y las primeras medias juegan a contra reloj, pero no de las negociaciones de palacio, sino de las necesidades sociales y el ritmo de la inflación.
Dejaremos para una próxima nota analizar si las medidas que propone Javier Milei mediante su mega ley y su mega decreto son una verdadera respuesta a las problemáticas ya mencionadas como prioritarias en este artículo.
Por lo pronto solo queda esperar.
*Politólogo