Una sociedad en Estado de sitio
Por Nestor Bellini
El resultado del ballotage que determinó la victoria del libertario Javier Milei con el 56 por ciento de los votos, imponiéndose sobre ¿el candidato del Pueblo? Sergio Massa, que obtuvo el 44 por ciento, obliga a repensar las herramientas y las prácticas del denominado campo nacional y popular. Desde aquel domingo 22 de octubre hasta hoy, la renovada coalición de los más poderosos sectores económicos nacionales y transnacionales, no se ha detenido ni un instante a siquiera contemplar un modesto interés de los sectores de trabajadores ocupados y desocupados y de los sectores informales de la economía y de las industrias Pymes.
En las dos largas semanas de gestión de la nueva coalición de gobierno hemos leído y escuchado diagnósticos que con mayor o menor precisión y rigor coinciden en que el DNU es la frutilla en la crema de un postre que se viene cocinando desde hace décadas. Incluso, quedó en exposición que el DNU comenzó a delinearse hace un año y medio y habría contado con un ecléctico equipo de abogados y economistas aportados por poderosos grupos económicos.
Si los diagnósticos son imprescindibles, también lo es repensar las herramientas y las prácticas que posibilitaron que, con tan solo dos años de rodaje público, se implante un experimento anarco capitalista en Argentina, desplazando a las tradicionales fuerzas políticas que construyeron las bases de una institucionalidad que es reconocida en todo el mundo por la calidad de sus normas. Y que tuviera la astucia para convencer a millones de argentinas y argentinos de que las viejas ideas que siempre generaron hambre, pobreza, desocupación y exilio, eran otras, distintas a aquellas, y que tendrían otro resultado. Y más, que las políticas responsables de la “decadencia argentina” eran las de los partidos populistas.
En tan solo dos semanas La Libertad Avanza (LLA) ha demostrado su vocación de poder y su decisión de ser el gobierno que viene a terminar el trabajo que comenzó la dictadura cívico militar que aterrorizó el país entre 1976 y 1983. El plan de la dictadura fue refundar la Nación de acuerdo a los intereses económicos y dogmáticos del liberalismo. Para hacerlo necesitó terminar -con terror, desapariciones y saqueo- con el rico tejido social, político y económico que había construido el Peronismo como continuidad de un pensamiento nacional que comenzó a cristalizarse con la Unión Cívica Radical (UCR) de Hipólito Irigoyen y otras líneas de pensamiento eminentemente nacional y popular.
El Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que presentó en sociedad el presidente es la continuidad de aquel proyecto que excluyó a millones de argentinas y argentinos. Los sectores de poder económico más concentrado saben que hay que romper con aquel tejido que no pudieron destruir las balas y las picanas. Ahora necesitan darle estatuto legal a la entrega de los recursos del pueblo argentino. No vinieron a terminar con ninguna grieta, vinieron a profundizarla y a perfeccionar los mecanismos de saqueo. No vinieron a terminar con los privilegios de ninguna casta sino a romper el histórico vínculo que tiene el Pueblo con sus dirigentes. Así, el campo nacional y popular deberá repensar las prácticas que se fue dando y posibilitaron la ruptura de aquel poderoso vínculo.