Otro patético pensamiento anti-grieta
Por Pablo Basso*
Es claro que la disputa ideológica en la Argentina contemporánea se ubica en el plano estratégico, en donde los objetivos de las distintas fuerzas políticas difieren notablemente en casi todas las áreas de gestión y hasta en los principios humanitarios que determinan políticas públicas.
Sin embargo, estas diferencias ideológicas no son las que se logran imponer al momento de que el pueblo seleccione cual de ellas prefiere para su gobierno, sino que lo que aparece expuesto tiene más que ver con diferencias o relatos éticos (inclusive personalizados) que tienen más cabida en el ámbito táctico de dicha disputa.
Sintéticamente, la estrategia es el plan de acción que guía hacia la meta final, las tácticas son los pasos y las acciones pequeñas que se llevan a cabo para llegar hasta ahí. Para comprender mejor la diferencia, incluyamos un texto de Juan Domingo Perón extraído de la entrevista que le realizarán Solanas y Getino. Al consultarle: La lucha electoral, ¿es táctica o estrategia?, la respuesta de PERÓN fue la siguiente: “La lucha electoral es táctica. Ahora la orientación de eso la da la estrategia. No se puede decir cuándo termina la estrategia y cuándo termina la táctica, están ensambladas una con otra. Es indudable que la articulación, tanto del dispositivo estratégico como del dispositivo táctico para la lucha, trae, en algunos sectores, un cierto grado de confusión, porque no todos pueden comprender ni conocer lo que se está realizando a su lado, lo que indica que cuando uno está en una lucha de esa naturaleza y está conduciendo una lucha de conjunto, cada uno debe mirar al frente, no mirar al costado; el compañero está también en una tarea y en una acción”.
Es fácil reconocerse en esas palabras del conductor del peronismo no?. Lamentablemente, en el último periodo no pareció existir una conducción estratégica sobre la cual descansar, así las tácticas fueron confusas y hasta adoptamos las usadas por el adversario electoral, tratando de ganar en un terreno absolutamente desconocido y plagado de trampas.
Este último punto es sobre lo que se quiere aquí discurrir. A los informados en estas cuestiones nos queda muy claro que los grandes objetivos de las distintas fuerzas políticas tienen diferencias sustanciales que acostumbramos erróneamente a resumir
(derecha/izquierda, popular/neoliberal, populista/republicano, etc.), en donde se podrían enumerar con facilidad las orientaciones contrapuestas en cualquier área que se elija. Estas disímiles estrategias se diluyen en el debate electoral y son las tácticas las que determinan el voto popular, esto podemos ejemplificarlo.
Tomemos la discusión sobre si las empresas estratégicas “deben ser estatales” o “deben ser privadas”, aquí podría discutirse sobre conveniencias y equilibrios en cuanto a beneficios, controles, inversiones, alcances, etc. Sin embargo, el debate recorre un camino distinto, respondiendo a una táctica impuesta desde las usinas de pensamiento de la derecha y trágicamente validada por nosotros (seguramente devenido en nuestra seguridad en la superioridad moral de nuestras propuestas). Se discute sobre la integridad ética de dirigentes políticos, o de la peligrosidad de existencias de agrupaciones dentro de esas estructuras, o la infaltable posibilidad latente de robo; a lo que se le contraponen los negociados de amigos del poder como único argumento trascendente.
Llevar las discusiones al ámbito de “los buenos y los malos” o peor aún al de “los dos malos”, es parte de una probada y efectiva “táctica” que no solo tiene alcances electorales, sino que se ha impuesto casi como sistema, utilizando la demonización para exasperar al desprevenido y creando un escenario de odios con visos de irreversibilidad. Ni más ni menos que la famosa “grieta”. (Además, han logrado imponer la idea de que ella es consecuencia de posiciones éticas irreconciliables y con la corrupción como variable principal de medida).
Lo más triste de esta realidad es que parecen haber convencido a todos, que es en el cuadrilátero de la grieta en donde se debe luchar por prevalecer. Hemos debatido bajo este enfoque táctico en las últimas tres elecciones presidenciales, y esto no sólo nos quita posibilidades frente a la derecha (como quedó corroborado por los resultados) sino que además nos obliga a morigerar el discurso y seleccionar representantes que expresan posiciones moderadas que el establishment soporta cómodamente.
Si tomamos apenas un poco de distancia de lo que suele debatirse y sus formas, inmediatamente caemos en la cuenta de que los que proponen el esquema de “nosotros y ellos” en clave de moral individual, han ganado la batalla. Entonces los
temas trascendentes se ven minimizados a cuestiones figurativas, ya no se discute sobre cultura conceptualmente, sino que se elige contraponer a Chano con el Indio Solari, o no se debate sobre los alcances del deporte como política de estado, sino que se enfoca en los negocios eólicos de Tevez frente a los vaivenes de la vida personal de Maradona (llegando al colmo de reclamar como propia, por las dos facciones, la figura de Messi). Y en estos temas puede hasta quedarnos cómoda la posición y su exageración, pero en otros temas más complejos como por ejemplo el aborto, la contención social o la seguridad, no se puede aceptar la posibilidad de extremar argumentaciones diferenciales hasta el punto de posicionarnos como asesinos de bebes, defensores de planes mal habidos, o protectores de ladrones. Es inentendible que temas que involucran derechos terminen provocando irritaciones.
Buenos y malos, blancos y negros, limpios y sucios, lindos y feos, lo que puede ser real en términos personales, pero en política las estrategias no tienen calificativos objetivos, sino que solamente responden a intereses distintos.
Ahora bien, esto último que se menciona es realmente así? Las políticas de los diferentes movimientos políticos responden a intereses distintos?
Porque si tomamos esto como cierto, sólo quedarían dos posibilidades para poder entender resultados electorales. O no está claro el mensaje sobre los intereses que se defienden, o no está claro a qué intereses responden tales movimientos políticos. Si nos situamos en la idea original de este escrito, la primera posibilidad tiene que ver con confusiones tácticas, y la segunda con confusiones estratégicas. Que los dioses nos liberen de la segunda.
Finalmente, a modo de bonus track, si lográramos superar la táctica ajena de grieta y pudiéramos enfocarnos en un “nosotros y ellos” más conceptual e ideológico, seguramente dejaríamos en un segundo plano los reproches electorales, que es una actitud que solo radicaliza posiciones, estimula respuestas más irracionales y aleja a la gente hasta de sus propios intereses.
La grieta es la única táctica que permite que la derecha sea gobierno en nuestro país
*Bioquimico. Ex director del instituto de Control y Bromatología de la Provincia de Entre Rios